Texto escrito para el proyecto “WE ARE THE NEW SLAVES” de Marcos Cuesta y Bartomeu Sastre en el marco del ciclo de exposiciones Financial Crimes. Poètica en l’era del colonialisme financer,comisariado por Iván Mejía para Espai Dos (Terrassa). El proyecto incluye un texto paralelo escrito por Fernando Gómez de la Cuesta.
WE ARE
Con el desarrollo de la llamada web 2.0, el “yo” de los medios de comunicación para a ser el “tú” del público, ese “you” de YouTube al que la revista TIME nombra “Persona del año” en 2006, no sin advertir que la revolución de los nuevos medios “acarrea la estupidez de las masas tanto como su sabiduría” [1]. Pronto el “you” se convierte en “we”, todos nosotros, la gente antes llamada público [2], la comunidad virtual, no ya las masas estúpidas sino las multitudes inteligentes [3]. O al menos eso creemos. No deja de ser sospechoso que los mismos medios que antes nos relegaban al papel de consumidores pasivos ahora nos convencen de nuestro valor colectivo. Somos esto o lo otro, según convenga: WE ARE, cada vez más, lo que nos dicen. Sobre todo desde que la campaña de 2008 nos convenció de que WE CAN, permitiendo a un Barack Obama con más seguidores en Facebook y Twitter que ningún otro político americano ganar las elecciones en el mundo entero. Hoy en día, ese WE se convierte en una difusa identidad colectiva, cada vez más absorbida por las campañas publicitarias que se apropian del espíritu de las flashmobs y nos venden corporativismo bajo una apariencia amateur [4]. WE ARE, lo que nos dejan ser: consumidores organizados que ahorran a las corporaciones millones en campañas publicitarias al difundir ocurrentes virales de sus productos en las redes sociales. Multitudes que pueden ponerse de acuerdo para bailar una coreografía en un centro comercial, pero no para protestar ante el gobierno por sus derechos sociales, porque entonces vuelven a ser masas estúpidas y peligrosas. ARE WE?
THE NEW
El joven multimillonario Eric Packer se acomoda en su limusina mientras su asesora declama: “el dinero ha perdido su cualidad narrativa de la misma manera que una vez lo hizo la pintura. El dinero se habla a sí mismo.” [5] El arte hace tiempo que se habla a sí mismo. Arte acerca de arte. Arte atrapado en el eterno ciclo de la continua transgresión, lo permanentemente nuevo. A medida que los artistas buscan reflexionar acerca de la realidad social, se liberan de los requisitos de lo que es históricamente nuevo: como indica Boris Groys, “la nueva obra de arte se ve realmente nueva y viva sólo si se parece, en cierto modo, a cualquier otra cosa vulgar y profana, o cualquier otro producto cotidiano de nuestra cultura popular” [6]. La obra de arte, para formar parte de la realidad, no tiene más remedio que parecerse a algo que no sea una obra de arte. Algo que podría sobrevivir fuera del cubo blanco de la galería. Pero sin salir de ella, cumpliendo el papel que Cuahtémoc Medina asigna al arte contemporáneo, “populismo aristocrático”, en el que la crítica cultural y el radicalismo social se refugian de la banalidad del presente [7]. Lo Nuevo se agota como concepto en el arte, que prefiere mirar a la realidad desde una cierta distancia o remezclarse promiscuamente con su propio pasado, mientras en la banal sociedad de consumo sigue pulsando insistentemente en los consumidores de todo (THE NEW IPAD o THE NEW AESTHETIC, qué más da). Y no puede ser simplemente “nuevo”, algo que no existía antes, sino THE NEW, el “nuevo” algo que ya existía, confortándonos con la seguridad de ser una simple renovación (excitante, con nuevas prestaciones) de lo que ya conocemos y amamos, no algo radicalmente nuevo que tal vez nos haga pensar de otra manera.
SLAVES
En 2006, justo cuando TIME nos concedía el honor de ser “Persona del Año”, el artista Aaron Koblin creaba una obra formada por 10.000 dibujos de una oveja mirando hacia la izquierda, gracias a la fuerza productiva de 7.599 usuarios del Mechanical Turk de Amazon, que cobraron 2 céntimos de dólar por cada dibujo [8]. Con una sorprendente dosis de sarcasmo, la corporación estadounidense bautizó con el nombre del falso autómata creado por Wolfgang von Kempelen en 1769 al portal en el que cualquier usuario puede tratar de ganarse la vida céntimo a céntimo ejecutando pequeñas tareas que las máquinas aún no saben hacer por sí solas. De la misma manera en que un sufrido jugador de ajedrez se agazapaba en el interior del prodigioso Turco de von Kempelen, miles de personas trabajan como esclavos digitales por unos míseros dígitos. Esclavos artistas, en el proyecto de Koblin, que vendían sus dibujos por menos de nada. Los artistas, esclavos perfectos, son en palabras de Liam Gilick “los máximos trabajadores intelectuales autónomos […], gente neurótica que despliega una serie de prácticas que coinciden limpiamente con los requisitos del capitalismo neoliberal, predatorio, continuamente mutante” [9]. Productores sin los derechos de los productores, los artistas aportan el producto más elevado de nuestra sociedad de consumo, con el que se enriquecen los intermediarios. Ahora, fruto de los medios que nos han convertido en un “nosotros” activo y productivo, el viejo público, “renovado” en un conjunto de alegres prosumidores, alcanza el status de creador, “artista” en un giro irónico a la famosa frase de Beuys, y se convierte en esclavo de su propia necesidad de producir. En el histriónico cabaret de la sociedad del espectáculo, ahora que al fin podemos (because we can can can), WE ARE THE NEW SLAVES.
Pau Waelder
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[1] Lev Grossman. «Time’s Person of the Year: You», en TIME, 13 de diciembre de 2006.
[2] Jay Rosen, «The People Formerly Known as the Audience», PressThink, 27 junio 2006.
[3] Howard Rheingold, Multitudes inteligentes. La Proxima Revolucion Social. Barcelona: Gedisa, 2004.
[4] Véase el lanzamiento de la serie de TV Glee en varios centros comerciales.
[5] Don DeLillo, Cosmopolis. Londres: Picador, 2003.
[6] Boris Groys, Art Power. Cambridge-Londres: The MIT Press
[7] Cuauhtémoc Medina, «Comtemp(t)orary: Eleven Theses”» en: Julieta Aranda et. al. (ed.) e-flux Journal. What is Contemporary Art? Berlin: Sternberg Press, 2010.
[8] Aaron Koblin. The Sheep Market. <http://www.thesheepmarket.com/>
[9] Liam Gillick, «The Good of Work», en: Julieta Aranda et. al. (ed.) e-flux Journal. Are You Working Too Much? Post-Fordism, Precarity, and the Labor of Art. Berlin: Sternberg Press, 2011.